viernes, 15 de octubre de 2010

¿Leyenda urbana?

Existe el testimonio verbal del segundo arquitecto del Valle dee los Caídos, Diego Mendez (recogido por su hijo) según el cual, enterrado ya José Antonio al pie del altar mayor, un día Fran co cogió del brazo al arquitecto, le llevó al otro lado y, señalándole el suelo le dijo: "yo, aqui". Nadie más tuvo noticia de ese deseo de Franco. Tampoco su familia. Y no parece que dejara por escrito ninguna disposición al respecto.

Al contrario, Franco tenía comprada desde hacía años una parcela en el cementerio de El Pardo, con cabida para él y toda su familia. El hecho de enterrar a Franco donde está ahora fue una decisión adoptada por el Gobierno en los días en que el Jefe del Estado se debatía ya entre la vida y la muerte. El abad del Valle de los Caídos (2005), el benedictino don Anselmo Álvarez cuenta que, en esos días, don Carlos Árias Navarro estuvo indagando ante los familiares más directos del general por si alguno de ellos guardaba alguna disposición escrita o si le constaba la voluntad del Caudillo para después de su muerte. No había nada.

Fue entonces cuando Arias Navarro, tras haber consultado con el Príncipe - quien se mostró de acuerdo y se encvargó de pedir permiso al abad de entonces para llevarla a cabo - dispuso que Franco fuera enterrado en el interior de la basílica. El problema es que en aquel momento no había nada previsto para esa eventualidad. El suelo del altar mayor no estaba dispuesto para otra tumba que no fuera la que ya existía. Hubo, pues, que mandar hacer un sitio a toda prisa para el cuerpo del ya moribundo general. Se abrió una tumba y se encargó una losa. Pero quienes hicieron el encargo se encontraron con la sorpresa de que esa losa ya existía, que esta hecha.

El granito de alta calidad es algo que abunda en esa zona de la sierra madrileña. Y cuando los restos de José Antonio fueron trasladados en abril de 1959 a la basílica del Valle, el marmolista del Escorial había realizado para esa tumba una lápida que, desgraciadamente para él, era demasiado pequeña para el hueco preparado. Tuvo que hacer, con urgencia, otra: la que ahora cubre la tumba del líder falangista. Pero el artesano no se deshizo de la anterior. Una pieza de ese tamaño y grosor no es facilmente encajable en otra tumba. El caso es que no fue reutilizada y durmió durante más de 15 años en el taller del maestro cantero. Hasta que Franco muere.

En ese momento el cantero recibe el encargo de realizar una losa idéntica a la de Primo de Rivera. Y ya estaba hecha. El hueco para la tumba de Franco se hizo, por lo tanto, a la medida y de la dimensión exacta de aquella lápida. Sobre el granito de esa losa están grabadas solamente dos palabras: Francisco Franco. Eso por la parte que se ve. La pregunta más inmediata es: ¿Y por el otro lado? ¿Es posible que esa losa de 1500 kilos de peso lleve grabado por un lado un nombre, Francisco Franco, mientras que por el otro lado lleve el de José Antonio? No se sabe. Si así fuera, estaríamos ante una de esas jugarretas que a veces nos depara la Historia.

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