El pasado 23 de junio del año del Señor de 2016 se celebró un referendum en el Reino Unido para decidir si dejaban (o no) la Unión Europea. El resultado final fue que se van. Bajando al detalle, votaron por irse Inglaterra y Gales. Votaron por seguir Escocia, Irlanda del Norte y Gibraltar. En la capital también votaron la permanencia.
Votaron a favor de irse los mayores, los que tienen menos estudios y los que se sienten más ingleses. Pero sobre todo, esa clase trabajadora apaleada por la deslocalización y que se creen que su trabajo peligra debido a la inmigración.
Derivado de todo esto, el Primer Ministro Cameron presentó la dimisión al día siguiente. Pero en diferido: no será hasta octubre, en que su sucesor será elegido por un congreso del partido.
Las bolsas europeas se desplomaron: Madrid, en torno al 12 %. Londres, en torno al 8%. La libra también cayó.
Desde el momento en que el gobierno británico anuncie a Bruselas que se van, se establece un plazo para negociar la salida de, al menos, dos años.
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