domingo, 19 de diciembre de 2010

Animales grandes

Existen pocos animales terrestres que pesen más de mil kilos. Tenemos al elefante africano(Loxodonta Africana), que puede llegar a pesar 7.500 kilos. El elefante asiático (Elephas Maximus), que pesa en torno a 5.000 kilos. El rinoceronte blanco (Ceratotherium Simum) puede pasar de los 3.000 kilos, siendo el mayor ejemplar medido de unos 3.600 kilos. El rinoceronte negro (Diceros Bicornis) pesa entre 800 y 1.400 kilos, pudiendo llegar excepcionalmente a los 1.820. El rinoceronte indio (Rhinoceros Unicornis) ronda entre 2.200 y 3.000 kilos los machos y unos 1.600 las hembras. El rinoceronte de Java (Rhinoceros Sondaicus) puede variar de 900 a 1.400 kilos las hembras y de 1.360 a 2.000 los machos, según las fuentes. El hipopótamo común (Hippopotamus Amphibius) pesa de 1.500 a 1.800 kilos los machos y de 1.300 a 1.500 las hembras. La jirafa (Giraffa Camelopardalis), a pesar de su tamaño, se queda en torno a los 900 kilos.

viernes, 15 de octubre de 2010

¿Leyenda urbana?

Existe el testimonio verbal del segundo arquitecto del Valle dee los Caídos, Diego Mendez (recogido por su hijo) según el cual, enterrado ya José Antonio al pie del altar mayor, un día Fran co cogió del brazo al arquitecto, le llevó al otro lado y, señalándole el suelo le dijo: "yo, aqui". Nadie más tuvo noticia de ese deseo de Franco. Tampoco su familia. Y no parece que dejara por escrito ninguna disposición al respecto.

Al contrario, Franco tenía comprada desde hacía años una parcela en el cementerio de El Pardo, con cabida para él y toda su familia. El hecho de enterrar a Franco donde está ahora fue una decisión adoptada por el Gobierno en los días en que el Jefe del Estado se debatía ya entre la vida y la muerte. El abad del Valle de los Caídos (2005), el benedictino don Anselmo Álvarez cuenta que, en esos días, don Carlos Árias Navarro estuvo indagando ante los familiares más directos del general por si alguno de ellos guardaba alguna disposición escrita o si le constaba la voluntad del Caudillo para después de su muerte. No había nada.

Fue entonces cuando Arias Navarro, tras haber consultado con el Príncipe - quien se mostró de acuerdo y se encvargó de pedir permiso al abad de entonces para llevarla a cabo - dispuso que Franco fuera enterrado en el interior de la basílica. El problema es que en aquel momento no había nada previsto para esa eventualidad. El suelo del altar mayor no estaba dispuesto para otra tumba que no fuera la que ya existía. Hubo, pues, que mandar hacer un sitio a toda prisa para el cuerpo del ya moribundo general. Se abrió una tumba y se encargó una losa. Pero quienes hicieron el encargo se encontraron con la sorpresa de que esa losa ya existía, que esta hecha.

El granito de alta calidad es algo que abunda en esa zona de la sierra madrileña. Y cuando los restos de José Antonio fueron trasladados en abril de 1959 a la basílica del Valle, el marmolista del Escorial había realizado para esa tumba una lápida que, desgraciadamente para él, era demasiado pequeña para el hueco preparado. Tuvo que hacer, con urgencia, otra: la que ahora cubre la tumba del líder falangista. Pero el artesano no se deshizo de la anterior. Una pieza de ese tamaño y grosor no es facilmente encajable en otra tumba. El caso es que no fue reutilizada y durmió durante más de 15 años en el taller del maestro cantero. Hasta que Franco muere.

En ese momento el cantero recibe el encargo de realizar una losa idéntica a la de Primo de Rivera. Y ya estaba hecha. El hueco para la tumba de Franco se hizo, por lo tanto, a la medida y de la dimensión exacta de aquella lápida. Sobre el granito de esa losa están grabadas solamente dos palabras: Francisco Franco. Eso por la parte que se ve. La pregunta más inmediata es: ¿Y por el otro lado? ¿Es posible que esa losa de 1500 kilos de peso lleve grabado por un lado un nombre, Francisco Franco, mientras que por el otro lado lleve el de José Antonio? No se sabe. Si así fuera, estaríamos ante una de esas jugarretas que a veces nos depara la Historia.

domingo, 25 de julio de 2010

Veranos de la Villa

Estos días pasados he estado asistiendo a una serie de conciertos enmarcados en la programación de los Veranos de la Villa. En Madrid. Eran en el Templo de Debod y lo meteríamos en lo que se llama "Músicas del mundo".

Cada día era una cosa: un día unos gitanos del Rajastán. Otro, una orquestina andalusí (que tocaron un bis, por cierto. En su lengua, pero era La Tarara...).

La verdad es que estuve allí porque era lo único gratuito que daban. Todo lo demás es pagando, siendo las entradas más baratas de 15 euros. Aunque la media venía a ser de 30-35 euros. Demasiado para mi pobre bolsillo.

Si hubiera habido algo que me hubiera interesado vivamente hubiera hecho el esfuerzo, qué duda cabe. Pero no había nada que me hiciera pasar por alto el precio de las entradas.

viernes, 26 de marzo de 2010

Ese móvil

Me está pasando últimamente que, cuando salgo a la calle, tengo que volver a casa ya que se me ha olvidado el teléfono móvil. Pocas veces, eso sí, pero se me olvida. Me da mucha rabia que me pase...

Ya me lo decía mi abuela materna: "Mi padre contaba que quien no tiene cabeza tiene pies". Y qué razón tenía mi bisabuelo... En fin, no creo que sea Alzheimer. No a mi edad.

lunes, 1 de febrero de 2010

Txoko

El otro día estuve en un restaurante que no conocía. Se llama Txoko y lo ha puesto Martín Berasategui en El Corte Inglés de la calle Goya 87. Donde antes estaba Galerías Preciados.

Fuimos mi padre y yo, atraídos por el nombre del famoso cocinero. El caso es que anunciaba un menú a 12,95 euros. Yo lo pedí, mientras mi padre pedía de carta.

Para empezar, tienes que ir a un extremo del mostrador, solicitar la comanda, pagar y buscar una mesa donde sentarte (bueno, si te sientas en una silla queda mejor). Hay camareros que te la traen a la mesa. Mal comienzo si alguien de ese renombre te hace pagar antes de comer.

En el menú solo tenían un primero y un segundo, no podías elegir. Pues de segundo una lasagna vegetal, que era lo que me tocaba. Mi padre se la pidió de carne. Cuando vino la comida a la mesa, me encontré que me habían puesto la de carne y a mi padre la vegetal. No solamente eso, la camarera que nos había servido insistía en que estaba bien puesto todo, que la mia era la que me tocaba.

Mala organización, mal servicio, la comida no era maravillosa precisamente... No vayais, no lo recomiendo.